lunes, 22 de marzo de 2010

ARTESANIAS COLOMBIANAS/ MOCHILAS WAYUU


Según la tradición wayuu, desde tiempos inmemoriales las mujeres se dedican al tejido. Con sus manos no solo fabrican los chinchorros o hamacas donde mecen sus sueños, sino toda suerte de elementos que adornan su indumentaria.
El auge de las artesanías colombianas ha sacado a flote uno de los elementos más característicos de esta cultura: la mochila, utilizada generalmente por las mujeres, pero que con el pasar del tiempo se ha convertido en accesorio también para hombres.
Yelis Camargo, artesana de la casta Epiayú, cuenta que de generación en generación se ha transmitido la leyenda de que estas figuras las ideó una mujer desprovista de todo atractivo que llegó a una ranchería enamorada de un pastor.
Para conquistar su amor pidió posada y trabajo en ese lugar de la Alta Guajira, como ayudante en las labores de tejido de la familia.

Los primeros hilos de piel de oveja que recibió no fueron para tejer sino que se los comió, sin que nadie se diera cuenta.
En las noches, cuando todos dormían, la poca agraciada mujer se transformaba en una hermosa señorita, llamada Wareker, de cuya boca brotaban hilos especiales listos para tejer, de variados y vivos colores, y antes de despuntar el alba fabricaba centenares de mochilas con figuras de animales y los símbolos que distinguen las diferentes castas.

Aunque la mochila era usada solo por la etnia, ahora se ha universalizado.
Otra tejedora, Miriam Rodríguez Arpushana afirma que hace más de tres años se ha incrementado la venta. Diariamente llega a Riohacha desde la comunidad de Cucurumana y exhibe sus productores en la entrada de uno de los hoteles de la ciudad, siendo sus principales clientes los visitantes que llegan a vacacionar o hacer sus negocios.
Aunque la mochila ha sufrido variaciones que le han abierto mercado, el tejido y los modelos tradicionales son preferidos por turistas extranjeros.

Diseñadores locales, como Dallys Arguelles, afirman que las mochilas como otros artículos de la usanza wayuu cobran cada vez mayor vigencia en el Caribe y otras latitudes.

La historia de Wareker culmina al ser descubierta en la madrugada, mientras mágicamente tejía las mochilas. Así, se perpetuó en su comunidad como una mujer hermosa que terminó conquistando el corazón del pastor wayuu y enseñando, a cambio de collares y animales, los rudimentos del tejido autóctono, que hoy recorre el mundo

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